Con la pulcritud y el buen gusto que ya son habituales en los libros de Benjamín Villegas Editores, de Bogotá llega al redactor de estas notas del hermosísimo libro “Selva húmeda de Colombia“. Se trata de un aporte del Banco de Occidente, excelente aporte, a la bibliografía de los recursos naturales de nuestro país. Y el ejemplar recibido es un estupendo regalo de Navidad de ese importante banco y de su gerente regional Rodolfo Zambrano Moreno. Los textos contenidos en las 200 páginas de este volumen de calidades en verdad extraordinarias fueron escritos por Richard Evans Shultes, Alwyn Gentry, Carlos Castaño Uribe y Michael Alberico. Y las fotografías a todo color son de Diego Miguel Garcés, Cristina Uribe Hurtado, Juan Manuel Rengifo, Carlos Castaño Uribe, Fernando Urbina y Gerardo Reichel-Dolmatoff. El diseño y la edición lo hicieron en forma espléndida Benjamín Villegas Jiménez y Cristina Uribe Hurtado. La nota de presentación que aparece en las páginas iniciales de “Selva húmeda de Colombia“ la firma Mauricio Cabrera Galvis, presidente del banco de occidente. Esta entidad bancaria ya había auspiciado otros maravillosos libros, tales como “Arrecifes del caribe colombiano“ (1988) y “Manglares de Colombia“ (1989), los cuales al igual que este nuevo que ahora se empieza a divulgar, se gestaron con el vivo interés de colaborar en la preservación de los recursos naturales de nuestro país. En los diferentes capítulos de “Selva Húmeda de Colombia“, escritos por los cuatro autores arriba mencionados, se abordan temas como La Selva Húmeda Tropical, La región del Chocó, La región amazónica, Interrelaciones faunísticas, Selva y Hombre Tradicional, Etnobotánica de la Amazonia Colombiana, El bosque húmedo y los impactos y Criterios para la conservación. Hay además, en las páginas finales, una abundante y sólida bibliografía y unas acertadas notas de mucho interés. A la vez un libro científico y un documento que informa con claridad y sencillez, apoyado además en las admirables ilustraciones, “Selva Húmeda de Colombia“ debería estar e primerísimo lugar en todas la bibliotecas públicas, en los colegios, en las universidades para que el hombre colombiano tenga ocasión de ampliar sus conocimientos acerca de un tema de tanta trascendencia vital como el que abocan los autores de los textos. Y los de las fotografías . Germán |Diario El Heraldo Diciembre 26 de 1990 Acaba de aparecer el bello y rumoroso libro Selva húmeda de Colombia, un pedazo de historia natural, un trozo de agreste naturaleza atrapado entre sus tapas. El libro ha sido escrito por especialistas en la llamada “selva de lluvia“, en ese inmenso respiradero de este globito de mala clase que llamamos la Tierra, cuando debería llamarse el planeta Agua. Esta porción de selvas continentales, húmedas, parece albergar “la mitad de todas las especies vivientes“. Sus investigadores fueron Richard Evans Shultes, un bostoniano graduado en Harvard; Alwyn Gentry, curador del jardín botánico de Missouri ( y ser curador de un jardín suena como ser un terapeuta de los caminos); Carlos Castaño Uribe, antropólogo de la universidad de los Andes; Michael Alberico, profesor titular de zoología en la universidad del Valle. Los fotógrafos, que realizaron una suerte de expedición botánica con cámara, fueron Diego Miguel Garcés, Cristina Uribe Hurtado, Juan Manuel Rengifo, Carlos Castaño Uribe, Fernando Urbina y Gerardo Reichel— Dolmatoff. Aparte de un libro científico, Selva húmeda de Colombia, país que junto a Brasil, no dice su editor Benjamín Villegas, “posee el mayor número de especies biológicas del globo“, es un viaje por la poesía en su estado natural. El Chocó, ese país lluvioso que pertenece a lo que Aurelio Arturo llamara “los países de Colombia“, sus ríos sigilosos, la serranía del Naquén en el Guainía. La Macarena, toda una flora y una fauna que parece creada por el sueño, las regiones del jaguar o las bromelias, todo es rastreado en este texto. Pero, igualmente, es un timbre de alarma sobre territorios poco a poco ganados por el erial, por la desertización. Con sólo leer el dato sobrecogedor de que cada minuto son destruidas 22 hectáreas de bosque tropical, y que de tan trágica cifra en Colombia le corresponde un total de 13.5 por ciento, casi tres hectáreas arrasadas por minuto, el asombro se vuelve impaciencia. El sentimiento, el sabor que deja el libro, a pesar de su belleza, de la exaltación de una porción mágica del mundo, es entonces un poco agridulce. Sin duda se trata de uno de los textos más hermosos publicados en Colombia, apoyado en una bibliografía impresionante. Matilde |Semanrio El Espectador Mayo 19 de 1991 El más importante árbol maderero en la región de Santo Domingo, al occidente de Ecuador, fue descrito por primera vez en 1977 como una especie nueva y representante de un género hasta entonces de desconocido en el hemisferio occidental. La clasificación se hizo en momentos en que sólo existían 12 ejemplares de la especie en una estación de investigación. En Colombia también se han presentado sorpresas. En un trabajo de campo que se hizo en la estación de La Planada (Nariño) 12 de las 14 especies de anturios que fueron colectadas no tenían nombre científico. Estos dos resumen el desconocimiento de las selvas húmedas tropicales, parte de las cuales se encuentran en territorio colombiano. Un libro recientemente publicado por Villegas Editores con textos de Richard Evans Schultes, Alywin Gentry, Carlos Castaño Uribe y Michael Alberico, titulado Selva húmeda de Colombia, arroja una luz sobre este tema. Existe una gran controversia sobre las selvas tropicales. Denominaciones como “selvas de lluvia“, “selvas húmedas tropicales“ y “selvas tropicales siempre verdes“ se utilizan indistintamente. Lo que sí está claro es que es que las selvas húmedas se encontraban en un principio entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. Pero la acción de la mano del hombre ha revaluado esta definición. Por eso, se hace necesario recurrir a una medida de la cantidad de lluvia y la temperatura. La selva húmeda “pura“ se encuentra en las zonas con una precipitación promedio anual de más de dos mil milímetros y una temperatura media de 20 a 24 centígrados. Estas condiciones se repiten en gran parte de Colombia. En un área de apenas diez hectáreas se han descubierto 1.500 especies de plantas de flor, 750 especies de árboles, 450 de pájaros, 150 de mariposas, cien de reptiles, sesenta de anfibios y más de ocho mil insectos distintos. Esto lo convierte en el país más rico de la tierra en especies vivientes. Pero la gran paradoja es que esta biodiversidad llevada al extremo crece en un terreno muy estéril. A pesar de eso, las selvas húmedas son responsables de cerca de treinta por ciento del carbono terrestre y almacenan a casi la mitad de la biomasa viviente del planeta. Sin embargo, fotografías tomadas por satélite muestran que en el estado brasileño de Rondonia se taló entre 1982 y 1986 una porción de selva equivalente a Gran Bretaña. En Colombia, aunque los datos son escasos, se sabe que desde 1969 hasta 1978 se talaron 46.000 hectáreas por año en la región del alto Caquetá. ¿Qué hacer? La mejor forma de preservar la selva húmeda, donde aún hay cientos de especies por descubrir “oficialmente“, es crear parques nacionales o reservas naturales. En el país existen 42 áreas adscritas al sistema de parques cuya superficie alcanzaba un poco más de nueve millones de hectáreas. De este terreno, cuatro millones son de selva húmeda tropical. Pero la protección física no es suficiente. El mercado ilegal de productos de la fauna y de la flora silvestres es un gran problema. Colombia, no obstante, forma parte del Convenio Internacional sobre el Comercio de Especies en Peligro lo que ha permitido contrarrestar en parte este aspecto. Pero se necesita más porque las florestas tropicales, que en un principio cubrían el 16 por ciento del área del planeta, se encuentra reducidas hoy a sólo el siete por ciento de esa superficie. Y la destrucción va en aumento. Redacción |Diario El Tiempo Mayo 26 de 1991 |
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